El Dr. Eugenio Carrasco Marín, investigador en plantilla del IDIVAL, falleció el pasado 7 de enero de 2025 de manera inesperada.
Nacido en Madrid en 1961, Eugenio llegó en 1989 al Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de la mano del Dr. Francisco Leyva Cobián para realizar su Tesis Doctoral. La llegada del Dr. Leyva marcó un hito en la historia de nuestro hospital, pues con él no sólo se creó el Servicio de Inmunología sino que también se incorporó al primer becario del Fondo de Investigaciones Sanitarias en Valdecilla. Ese becario predoctoral era Eugenio.
En poco tiempo, el equipo creció con la llegada de una residente BIR y dos becarios más (Carmen Álvarez Domínguez y Mª Angeles Ramos), consolidándose así el primer grupo de investigación en Inmunología.
Al año siguiente, la incorporación del primer MIR al Servicio reforzó aún más el espíritu transversal y colaborativo del equipo, convirtiéndolo en un referente en Cantabria al integrar investigadores básicos y clínicos en un mismo servicio hospitalario.
Recuerdo de aquellos años, la generosidad de Eugenio y la sorpresa que nos causaba a cuantos trabajábamos a su lado. Destacaba por su gran capacidad de trabajo e inteligencia natural. Tenía todas las fórmulas y protocolos almacenadas en su memoria, cual disco duro o programa de inteligencia artificial actuales. Lo de Eugenio era natural, pero en mi opinión, rozaba lo sobrenatural.
Durante su etapa predoctoral, Eugenio inició la puesta en marcha de cultivos celulares en el Servicio de Inmunología y realizó una investigación pionera sobre las bases moleculares del procesamiento y presentación de antígenos por los macrófagos, logrando plasmar sus trabajos en publicaciones de alto índice de impacto.
Tras la exitosa defensa de su tesis, emprendió una etapa postdoctoral en el Departamento de Patología e Inmunología de la Universidad de Washington en Saint Louis (1994-1999, Missouri, EE.UU.), bajo la tutela del eminente Dr. Emil Unanue. Allí, logró importantes avances científicos, perfeccionando un modelo animal para el estudio de la diabetes tipo II y profundizando en el papel de los macrófagos en la presentación de antígenos, fruto de los cuales se generaron varias publicaciones en revistas de gran prestigio como PNAS y Journal of Immunology.
A su regreso a España en 1999, Eugenio se incorporó al equipo de investigación del Dr. Manuel Fresno, en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa en Madrid donde permaneció hasta el 2001, aportando su conocimiento y experiencia en el estudio de la enfermedad de Chagas y el papel de los linfocitos T citotóxicos en su desarrollo. Su trabajo en este campo nuevamente le permitió publicar valiosos trabajos en revistas científicas de gran prestigio (Journal of Clinical Investigation, Journal of Immunology y European Journal of Immunology).
El reconocimiento a su brillante trayectoria llegó en 2001 con la obtención de uno de los primeros contratos estables de investigación del Fondo de Investigaciones Sanitarias a nivel estatal, actualmente conocido como el programa Miguel Servet.
Este hecho le permitió incorporarse de nuevo en Valdecilla bajo la dirección del Dr. Carlos Richard, lo cual no sólo supuso su retorno como investigador independiente, sino también supuso la colocación de la primera piedra para la creación del actual instituto de investigación IDIVAL. Junto a otros dos investigadores de los programas Miguel Servet y Ramón y Cajal (Benedicto Crespo Facorro y Carmen Alvarez Domínguez), Eugenio contribuyó decisivamente a consolidar un espacio de investigación multidisciplinar que integraba investigadores básicos y clínicos en un modelo pionero en nuestra Comunidad Autónoma.
Durante su ejercicio profesional, primero en la Fundación Marqués de Valdecilla y posteriormente en el Instituto de Investigación Valdecilla (IDIVAL), continuó sus investigaciones en diabetes, enfermedad de Chagas y, ya en la nueva sede del Instituto, creó un grupo de investigación en tuberculosis, en colaboración con el equipo de Pediatría del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla.
Su legado científico es inmenso, no sólo por la calidad y el volumen de sus publicaciones y proyectos, sino también por su impacto en quienes trabajaron a su lado. Los estudiantes que colaboraban y aprendían a su lado, los técnicos de laboratorio contratados en sus proyectos de investigación y el personal de enfermería, lo recuerdan por su incansable dedicación —siempre el último en abandonar el laboratorio—, su rigurosa capacidad crítica y su profundo compromiso con la colaboración, estableciendo puentes entre la investigación básica y la clínica en áreas tan diversas como psiquiatría, inmunología y pediatría.
Este obituario, no sólo pretende honrar su memoria, sino también agradecer su papel fundamental en la creación del Servicio de Inmunología y del IDIVAL, donde fue pionero como primer becario e investigador.
Siempre dispuesto a ayudar a los demás sin pedir nada a cambio y gracias a su “inteligencia natural” sacándonos de más de un atasco intelectual en nuestros proyectos de investigación, con suma gratitud y admiración, le recordamos y recordaremos con una sonrisa, seguros de que su legado perdurará en la comunidad científica.
Descanse en paz.
Carmen Álvarez Domínguez
Javier Gonzalo Ocejo Viñals