El Grupo de investigación de IDIVAL (Instituto de Investigación Marques de Valdecilla), liderado por la Profesora María A. Hurlé, Catedrática de Farmacología de la Universidad de Cantabria, descubre el papel crítico de microRNA-30c en el desarrollo de una variedad de dolor crónico, extremadamente incapacitante, denominado dolor neuropático.
El dolor neuropático está causado por lesiones o enfermedades que afectan al sistema nervioso. Algunos individuos, tras la curación de un daño neural, desarrollan un cuadro de dolor persistente caracterizado por respuestas exageradas a los estímulos dolorosos, dolor en respuesta a estímulos que normalmente no son dolorosos (como el roce de una pluma) e, incluso, intenso dolor espontáneo. Este síndrome está provocado por complejos procesos de inflamación a nivel de los circuitos nerviosos mal conocidos. Uno de los elementos relevantes en el desarrollo de esta reacción lo constituyen los microARNs, un tipo de moléculas pequeñas de ácidos nucleicos con funciones muy importantes en el control de numerosos procesos en el organismo sano y enfermo.
El trabajo publicado en una revista de alto impacto, Science Translational Medicine, revela un novedoso mecanismo mediado por microARN-30c, que es clave para el desarrollo del dolor crónico neuropático. El estudio ha sido llevado a cabo en modelos experimentales de neuropatía provocada por la lesión nerviosa en roedores y en pacientes con isquemia crítica de las extremidades inferiores que sufren dolor neuropático.
La rama experimental del estudio revela que microARN-30c es un elemento inductor de alteraciones estructurales y funcionales que hipersensibilizan al sistema nervioso de forma mantenida frente a estímulos dolorosos. La diana atacada por microARN-30c es TGF-beta, un modulador de la inflamación que, en el sistema nervioso, tiene entre sus funciones la protección contra el dolor. El tratamiento de los animales con una molécula que neutraliza a microARN-30c combate eficazmente el dolor neuropático a través de un mecanismo, mediado por TGF-beta, que mejora la función del sistema de protección natural de los mamíferos contra el dolor, que ejercen los opioides endógenos.
La rama clínica del estudio muestra que la presencia de microRNA30c en sangre y en líquido cefalorraquídeo se encuentra incrementada en los pacientes que sufren dolor neuropático, y se relaciona con la intensidad del dolor. Los niveles plasmáticos de microARN-30c también permiten discriminar aquellos pacientes que padecen dolor neuropático de los que no lo sufren. Ello confiere al microARN-30c un valor potencial como biomarcador de esta patología cuyo diagnóstico clínico muchas veces es complicado.
La intensidad del dolor neuropático y su resistencia a los tratamientos farmacológicos disponibles lo convierten en particularmente devastador para los pacientes que lo sufren. Tal y como puntualiza la Dra. Mónica Tramullas, la relevancia clínica de los hallazgos experimentales del estudio abre las puertas al diseño de nuevas terapias que imiten o se dirijan a los mecanismos endógenos de resolución del dolor, para reducir y potencialmente revertir de forma permanente, el dolor crónico neuropático. La neuropatía diabética, la neuralgia postherpética, la neuropatía traumática, la neuropatía secundaria a la isquemia, o el síndrome del miembro fantasma post amputación son algunos ejemplos representativos de dolor neuropático, que podrían beneficiarse de los hallazgos de este estudio.
Además de la Unidad de Farmacología de la Universidad de Cantabria, han colaborado en el estudio los servicios de Cirugía Cardiovascular y de Anestesiología y Reanimación del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla.
Artículo: http://stm.sciencemag.org/content/10/453/eaao6299